Fotografía por Revista Agathos

El 8 de marzo visto en perspectiva de género

Compartir:

Por J. Daniel Rueda Estrada.

Estamos en puertas de celebrar el día de la mujer trabajadora. Lejos quedan aquellos inicios de la reivindicación de un trabajo extradoméstico y de un futuro que permitiera a la mujer ejercer una profesión en paridad con lo que se espera del hombre. Se ha avanzado mucho en ese camino. Hoy la mujer llena las aulas en las Universidades y está presente en el mundo laboral, pero sigue ocupando puestos de menor responsabilidad y percibiendo salarios inferiores. La ansiada igualdad sigue reivindicándose, porque a pesar de lo conseguido, el mundo sigue estando dominado por un pensamiento patriarcal que impone sus normas.

Los datos de empleo y de exclusión que en estos días se han hecho públicos ponen nuevamente de relieve la brecha laboral en perspectiva de género que aún pervive y perdura en España. Apostar por la igualdad no es reivindicar solo un espacio de trabajo, es poner en valor la aportación de las mujeres con igual calidad y eficiencia que la realizada por los hombres.

Mientras a la mujer se le exija en el espacio familiar asumir responsabilidades y tareas de cuidado por encima de la corresponsabilidad del hombre en esas tareas, se estará cerrando la puerta y las oportunidades para que puedan asumir un papel laboral, de investigación y científico, en igualdad de oportunidades con sus colegas masculinos.

Si el lenguaje crea la realidad habrá que estar muy atentos para ver de qué manera un lenguaje sexista está convirtiéndose en barrera mental, ideológica y social para que las mujeres puedan compartir en igualdad con los hombres sus proyectos de vida personal y profesional.

Dice el historiador francés Iván Jablonka, en su reciente obra Hombres justos que aún resta mucho a nivel social para alcanzar esa paridad, igualdad y no discriminación por razón de género. A lo mejor es muy aventurado decir que si la mujer se encuentra en situación de desigualdad también esto es un hándicap para su propia salud y puede ser un factor de análisis importante para estudiar determinadas necesidades y enfermedades con perspectiva de género.

El 8 de marzo no es una fecha molesta por sí, es una fecha que denuncia un modelo patriarcal y autoritario que aún tiene un gran peso en la organización social. El cambio no viene de que los hombres cedan un espacio o de que las mujeres lo ocupen. Ese no es el diagnóstico ni la solución. Redefinir la masculinidad requiere también romper los clichés mentales en los que hemos sido socializados dentro de una sociedad machista y patriarcal.

Es un hecho incuestionable que la mujer ha ido adquiriendo cuotas laborales muy importantes en sectores que inicialmente han sido masculinos o ejercidos por hombres. Medicina puede ser un caso paradigmático: hoy hay muchos médicos, pero también se ha incrementado el número de las doctoras, tanto en los estudios de medicina como en el ejercicio profesional.

Podríamos decir que la incorporación o entrada masiva de mujeres en el campo de la salud ha venido precedido por una larga experiencia liderada por los hombres. Ello nos lleva a pensar que el prestigio de las doctoras en el campo de la medicina no está cuestionado porque su acomodo y espacio en el sistema sanitario y organizativo viene de la mano del prestigio de grandes investigadores y premios noveles. Si tomamos en consideración que la medicina es una tarea que se ocupa del cuidado y atención a personas con alteraciones en su salud, no llama mucho la atención el que en estas tareas encuentren fácil acomodo las mujeres, dado que se les asigna ese rol social de cuidadoras como resultado de la construcción social del género.

Si socialmente las mujeres que ejercen la medicina, investigan y publican son vistas como profesionales en paridad con los hombres, ubicándolas en el estrato jerárquico superior, no ocurre lo mismo con otras profesiones que también intervienen en el entorno sanitario. Así ocurre con el colectivo de los enfermeros y enfermeras que se encargan fundamentalmente de atender o aplicar las terapias que, en gran medida, aún prescriben los doctores o doctoras para la mejoría de los pacientes. Es cierto que el sector de la enfermería forma parte hoy de esa estructura sanitaria incuestionable y perfectamente engarzada porque los ámbitos profesionales están también delimitados.

Si volvemos la mirada hacia otro colectivo:  los trabajadores sociales sanitarios, el panorama es un poco diferente. En primer lugar, no han entrado en el mundo de la salud a través de un proceso ya iniciado por hombres, aunque haya pioneros como el Dr. Cabot que vio la importancia de incorporar otros expertos que trabajaban con colectivos vulnerables o el Dr. Osler que también introduce la necesidad de que los estudiantes de medicina conozcan las zonas donde viven las personas que acuden al sistema sanitario. La correlación entre los desequilibrios orgánicos y biológicos no incluye, o lo hace en pequeñas dosis, la importancia de las condiciones sociales, familiares, afectivas, relacionales o laborales. La higiene, la alimentación y los cuidados familiares se van incorporando lentamente como factores importantes en el origen y en la solución de las enfermedades.

Parecería que la OMS retoma estos aspectos cuando redefine el concepto de salud y lo contextualiza, superando la primera versión centrada en las enfermedades y en la curación y cuidados.  El cambio en la definición y enfoque de la salud y la enfermedad, contribuye a que en todo el proceso se tengan en cuenta los factores emocionales y sociales como parte del problema y como parte de las soluciones. Y es aquí, donde el trabajo social sanitario encuentra su propia razón de ser y el valor que su intervención añade al mundo de la salud.

Hay estudios que demuestran que la esperanza de vida está muy relacionada con las condiciones económicas, laborales, sociales, relacionales de las personas. La OMS en el 2012 analiza los determinantes sociales y ambientales de la salud y las desigualdades en salud en Europa (Aide-mémoire: Déterminants sociaux et environnementaux de la santé et inégalités en matière de santé en Europe) y los determinantes sociales y ambientales de la salud se refieren a todas las circunstancias sociales y materiales en que las personas viven y trabajan incluyendo socioeconómica, demográfica, medioambiental y cultural y el sistema de salud. Recuerda que el nivel de ingresos y la seguridad, el empleo, el sexo y los años de estudio son cuatro principales determinantes socio-económicos de la salud. Existe una estrecha correlación entre el ingreso per cápita y los niveles de mortalidad. El desempleo es otro determinante social importante de mala salud, que se ha incrementado con las crisis económicas.

Los factores ambientales, tales como el acceso a servicios de agua potable y saneamiento higiénico, las condiciones de la vivienda, la calidad de aire, el ambiente de trabajo y la exposición a condiciones climáticas extremas, son responsables de 13 a 20% del incremento de enfermedades en Europa.

Sin embargo, la aportación que el trabajo social sanitario añade a los diagnósticos médicos no está suficientemente reconocida y valorada, porque aun pesan más los diagnósticos centrados en lo orgánico que en otros factores que se consideran de segundo nivel. Todavía sigue existiendo un ranking profesional importante que marca la brecha de los distintos niveles de los sistemas de protección.

No se trata de reivindicar un espacio profesional sino de reconocer el valor del trabajo social sanitario en el sistema sanitario para garantizar los derechos de salud y de bienestar de las personas, porque introduce elementos esenciales que han de ser tenidos en cuenta más allá de los deterioros orgánicos que representa la enfermedad.

Ningún tratamiento será eficaz sobre los enfermos si no se tienen en cuenta y no se incorporan a los planes de intervención los diagnósticos sociales sanitarios realizados por los trabajadores sociales sanitarios. Aportar información sobre factores que influyen en el nivel emocional de los enfermos, conocer el entorno familiar, los apoyos con los que se cuenta, los recursos que se pueden aplicar y diseñar los planes de actuación para allanar todo tipo de obstáculos, es un aporte esencial que el trabajo social Sanitario añade a todo el proceso de salud y que no se puede obviar cuando hablamos del alta hospitalaria o de la atención comunitaria de los posibles enfermos o pacientes.

Si los médicos tienen un papel importante en la intervención con los enfermos y pacientes, no debemos olvidar que también hay una prevención primaria (preventiva y comunitaria), secundaria (centrada en colectivos vulnerables o en cohortes de población específica) y terciaria centrada en el tratamiento y curación de lo que ya se ha evidenciado y desarrollado.

El trabajador social Sanitario tiene un papel esencial en el ámbito comunitario, en la prevención primaria, mejorando las condiciones de vida, impulsando cambios en las estructuras sociales, denunciando los abusos que puedan afectar de forma negativa a las condiciones de vida de las personas. Contribuyen desde la salud comunitaria a diseñar estrategias para construir una sociedad más equitativa y equilibrada, justa e igualitaria. Y así se pueden plantear acciones contra la exclusión, la vulnerabilidad y pobreza como causas importantes de deterioros en la salud física y mental de las personas.

Esta aportación no es exclusiva de los trabajadores sociales sanitarios, pero sí les corresponde poner un saber especializado realizar actuaciones que mejoren la vida de la población.

También en el ámbito de la prevención secundaria, el trabajo social sanitario desempeña un papel importante cuando ya está detectado un núcleo de población que padece, tiene o reúne determinadas condiciones que afectan directamente su equilibrio orgánico o emocional. Junto con otros profesionales de la salud se pueden llevar a cabo actuaciones que mejoren, aminoren, eviten o reduzcan esas condiciones que constriñen la salud y el bienestar físico y emocional de las personas.

En el ámbito hospitalario o de prevención terciaria el diagnóstico social sanitario y preparación del alta hospitalaria son aspectos en los que los trabajadores sociales sanitarios contribuyen a mejorar la vuelta y reinserción de los pacientes que han sido hospitalizados.

Hacer visible el trabajo social sanitario y su construcción teórica y profesional es reconocer el trabajo de muchas mujeres que han sabido dar valor y contribuir a mejorar la vida de las personas aportando nuevas perspectivas, horizontes y realidades. La importancia en una formación científica, basada en la investigación y en la experiencia de profesionales con largas jornadas de trabajo, es algo que se convierte en un tangible en el Máster de Trabajo Social Sanitario que se imparte en la UOC.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Resumen de nuestra política de privacidad
Responsable: SOCIEDAD CIENTÍFICA ESPAÑOLA DE TRABAJO SOCIAL SANITARIO (SCETSS)
Finalidad: Responder a su comentario.
Derechos: Podrá ejercer los derechos de acceso, rectificación, supresión, limitación y oposición de los datos personales recogidos en este formulario, así como el derecho a presentar una reclamación ante una autoridad de control.
Información adicional: En la Política de Privacidad de la SCETSS encontrará información adicional sobre la recopilación y el uso de su información personal por parte de la SCETSS, incluida la información sobre cómo ejercer sus derechos.